sábado, 10 de diciembre de 2016

Sergio Burgoa: "Dirigir la selección es algo muy grande, podría empezar como ayudante"

Hablar de Sergio “Yeyo” Burgoa en el ambiente del hockey mundial, es hablar de un notable deportista que jugó en las ligas más importantes del mundo, y que hoy, en el Quevert francés, disfruta con lo que hace. Compañero de equipo de otro gran jugador argentino, Cirilo García, hace su juego y marca la diferencia. Su equipo está segundo en el campeonato (21), a un punto del Omer, y con un estilo que hace vanguardia.

El “Yeyo” nunca olvida sus inicios en el Concepción, donde jugó hasta los 18 años. “Comencé en el CPC, después Europa, donde el mayor tiempo lo jugué en Tenerife, creo que 10 temporadas, mínimo. Ahí gané Copa Cerh, fue un gran momento de mi carrera. Luego en el Liceo, el Forte de Marmi, y finalmente Francia, en la Vendenne y ahora en Quevert”.

Si bien reconoce que ya se radicó definitivamente en Europa, siempre tuvo la idea de volver a la provincia, “Nunca dejé de pensar en San Juan”.

Una de las grandes expectativas que cumplió en su vida es lograr jugar en el “Viejo Mundo”, “porque lo soñaba como todo jugador que comenzaba por aquellos años”. Después la vida le dio la posibilidad de estar en una Copa de las Naciones, integró la preselección para San Juan 2001 y jugó el mundial de Oliveira de Azemeis (2003).

“Hoy no creo que me queden metas por cumplir como jugador. Tuve la suerte de estar muchos años en la mejor liga del mundo y luego quedarme con amigos verdaderos. Los títulos son secundarios, conozco muchos hockistas, fuera de serie, que jugaron en Europa y nunca ganaron ningún título importante, por eso no dejaron de ser buenos deportistas. Nunca me considere un fuera de serie, pero si fui muy regular en las temporadas que jugué”.

En la vida de todo deportista se van cumpliendo metas. El “Yeyo” tiene claro que como jugador no le queda mucho por lograr, pero si como entrenador. Aunque no lo dijo directamente, lo dio a entender. Su incipiente carrera de técnico les genera muchas cosas internas, “estoy muy contento, me gusta mucho esto de DT, pero reconozco que me falta cosas por aprender”

No se olvida de unos de sus primeros entrenadores, Carlos Clavel, “nos enseño el abc del hockey. Y me dijo algo que siempre lo tengo presente, para ganar se necesita de todos”.

Hay un tema que lo hace distinto a Sergio Burgoa. Cuando otros jóvenes entrenadores declaran abiertamente que su objetivo de máxima es dirigir la selección nacional y van hacia esa meta contra viento y marea, el Yeyo, parece ir paso a paso.  Sin ponerse barreras, da la impresión de vivir el momento, moderado, cauto. “Puede ser en un futuro lejano, la selección es algo muy grande para pensar. Por ahora creo que hay gente muy bien preparada, con mucho nombre, que puede hacerlo sin problemas. A lo mejor estaría bueno comenzar como ayudante”, deslizó.

Burgoa parece medir sus palabras, letra por letra, y nunca salirse de un libreto moderado. Está lejos de las declaraciones grandilocuentes o impresionantes.

“Soy consciente de que tener un argentino en cualquier equipo marca la diferencia en garra y técnica. Mi amigo Jordi Bargallo siempre me decía,  ustedes los argentinos antes de los partidos muchos besos, en la cancha si pueden se matan y luego terminan otra vez a los besos”.

Furioso hincha del Bohemio, “mis hermanos jugaron en Peñarol muchos años, eran muy amigos del Beto Acosta”, vivió de niño en una barriada que es corazón de los hinchas verdinegros, Aberastain y Juan Jufre. En el último invierno europeo decidió viajar a San Juan con su familia tras 5 años de ausencia en el país. “Hace dos años hice una visita muy fugaz de 15 días para ver a mi papá, que luego falleció”.

Su apodo es un simple parecido al apodo de su padre. “A mi padre le decían Yayo y a mi me quedó Yeyo”. Sergio Burgoa parece no retirarse nunca. Sus 38 años no le pasan factura y el no los tiene en cuenta, es más, no habla de retiro.  Recuerda su infancia con nostalgia, su primaria en el Colegio San José, sigue su marcha por el hockey como a los 20 años. Aunque ya habla de su condición de entrenador.


Es feliz junto a su familia, en Francia, y parece hacer honor a ese viejo dicho popular, “los hombres no dejan de jugar porque envejecen; envejecen porque dejan de jugar”.

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