jueves, 15 de diciembre de 2016

El día que el hockey perdió la alegría

Han pasado 4 años de aquel inolvidable y terrible 16 de diciembre del 2012, que mi amigo DANTE OSCAR GOMEZ se alejaba para siempre de este mundo. Ese día, que en principio iba a ser de alegría y de festejo por mi aniversario de casamiento, terminó siendo de pena, de dolor, de llanto. Un día negro, como nunca lo hubiese imaginado.

Esa persona que conocí en 1995 en Radio Sarmiento, que hacia una central única y se destacaba por la simpatía, que era capaz de transformar un momento tenso en un programa de humor,  decidió irse sin decir adiós, sin avisar. Y dejó atrás recuerdos únicos, anécdotas de horas y horas de transmisiones compartidas, de momentos irrepetibles. Pero especialmente dejó un invalorable bagaje de enseñanza para quienes tuvimos el honor de estar con él en todos estos años. Un relato simpático, ultra particular, que lo hacía especial y generaba en el oyente, prácticamente, una adicción. El hockey tuvo el privilegio de contarlo como actor principal porque él eligió al hockey también. Fue un amor mutuo que dejo buenos dividendos.

Con Dante nació y murió un estilo de radio muy suyo, muy original. El disfrutaba hacer radio, el gozaba con todo lo que hacia. Y le sabía dar su impronta, su sello. Fue contador de historias como nadie lo hizo antes,  fue conductor de programas mañaneros que ganaron el Mercurio de Oro, dejando atrás productos impuestos en radios con más nombres.  Y fue el relator estelar del hockey mundial. No habrá otro.

Siempre digo que todos los relatores de hockey, entre los que me incluyo, fueron y son más de lo mismo. Con matices particulares algunos, muy lejos de lo que fue Dante. Imposible de igualarlo. Aún hoy, el hockey sigue extrañando su narración pausada, su largo grito de gol y lo mejor, esos cierres de emociones que mezclaban frases inventadas por el, mucho más emocionante aun.

Nunca voy a olvidar, durante el mundial de San Juan  2001, un cierre de gol que me erizó la piel. Fue a mi criterio su obra cumbre, y eso que Dante tenía varios trabajos brillantes.  Fue el día que falleció otro genial colega, Néstor Andrés Paez, Dante lo recordó y homenajeó a su manera. Cerró un gol argentino con el relato de Néstor. Fue tremendo.

Esas particularidades, tan lejos de la mayoría, estaban tan cerca de el. Esos detalles son irrepetibles, se fueron con Dante.

El gordo fue un profesional único, pero lo mejor de el fue su calidad humana. Su manera de resolver las cosas, tan lejos del escándalo, de la discusión, de la provocación. Tal vez con una de sus frases cerraba una gran discusión.

Para mi fue el mejor amigo que me dejó el periodismo. Fue la mejor persona que conocí en este ambiente. Me enseñó los secretos de la central informativa pero, especialmente, me apoyó en mis inicios de relator de futbol. “Estoy harto del estudio, cansado del encierro, no conozco a nadie” le decía siempre para justificar mi intención de cumplir otra faceta en las transmisiones. “Pero te conocen a vos” me respondía simpáticamente.

Tendré que irme de este mundo sin encontrar explicación de la muerte de mi amigo querido. Como la de mi hermano. No hay palabras que justifiquen la partida de personas tan necesarias, útiles, tan leales al buen proceder.


Dante no tendrá nunca un parangón, el fue único. Eligió siempre su forma de ver las cosas y casi siempre elegía  bien.  Menos el último acto de su vida. Se fue sin avisar, sin darme la posibilidad de intentar ayudarlo, de tenderle una mano. Se fue en silencio. Un día común, una mañana cualquiera. Nos dejó heridos.  Y el hockey perdió la alegría de un inigualable relator.

2 comentarios:

  1. Que bueno es poder poner en palabras ese dolor que sentís nada te va a devolver a tu amigo,pero el recordarlo así seguramente te da fuerzas para seguir.

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